Los mantones de Manila tienen algo especial, siendo uno de los elementos más representativos del arte y la cultura española. No hace falta entender de tejidos ni de bordados para reconocer que son piezas con presencia propia, prendas que destacan por sí mismas. Cuando alguien los lleva, destacan. pero no todos los mantones se mantienen en perfecto estado para siempre. Con el paso del tiempo, muchos se desgastan, se rasgan o pierden parte de sus flecos. En este punto es donde entran en juego los mantones con tara. ya que, lejos de ser inservibles, estos mantones todavía tienen mucho que decir.

Cuando un mantón de manila empieza a desgastarse, hay quien los guarda por puro apego sentimental, y hay quien los convierte en nuevos objetos con una segunda vida. En lugar de dejarlos guardados en un armario acumulando polvo, hay formas de darles uso real, práctico y hasta decorativo. De esta modo, no hace falta que estén intactos para que conserven su belleza. En este artículo, vamos a explicar de forma detallada qué hacer con un mantón de Manila viejo.

Entender el valor de un mantón aunque esté dañado

Un mantón de Manila bordado a mano puede tener más de cincuenta o incluso cien años. Muchos de ellos han pasado de generación en generación, cruzado océanos o formado parte de algún traje de flamenca en una época dorada. Por todo ello, es importante saber que no hablamos de un simple trozo de tela, y, aunque tenga manchas, desgarros o flecos arrancados, sigue siendo una pieza con un valor enorme.

Incluso, hay algunos coleccionistas que prefieren mantones con taras porque tienen historia. Las marcas del uso y del tiempo les dan carácter, les dotan de más personalidad. No hay dos iguales, y eso es parte de su encanto. Además, estos mantones suelen tener precios más bajos, lo que los convierte en una opción interesante para quienes quieren uno auténtico pero no pueden permitirse pagar lo que cuesta uno en perfecto estado.

¿Cómo detectar qué se puede salvar?

Lo primero que hay que hacer antes de decidir qué hacer con un mantón dañado es examinar bien su estado. En este sentido, hay que revisar si el bordado principal está entero o si hay zonas que se pueden recortar y reutilizar. También conviene mirar el estado del fleco, que a menudo es lo primero que sufre del uso constante y el paso de los años. En muchos casos, cambiar los flecos desgastados por otros nuevos puede revitalizar el mantón por completo.

A veces, la tara se limita a una mancha localizada en un sitio concreto. En estos casos, si es posible quitarla sin dañar el tejido, perfecto. Pero si no se puede, aún hay alternativas. Se puede cubrir con un bordado decorativo adicional o usar esa parte como interior de una prenda o complemento. Lo importante es no tirar la toalla a la primera.

Transformarlos en prendas o accesorios

Una de las formas más bonitas de reutilizar un mantón con tara es convertirlo en otra prenda que capture la esencia, la magia y el arte del mantón. Se puede usar como base para confeccionar una chaqueta ligera, una falda, o incluso un vestido. El bordado se convierte así en el detalle central de la prenda, aportando textura y color. Otra opción más singular es convertirlo en una blusa, un top o incluso en un kimono abierto. Al ser un tejido con caída, funciona muy bien para ropa suelta y fluida. Y si el mantón no está entero, no pasa nada, ya que se puede usar una parte como panel frontal y combinarlo con otro tejido liso que haga contraste.

En caso de no ser experto en costura, también se puede recurrir a ideas más simples. Por ejemplo, usar los mantones de Manila como pañuelos grandes, pareos o incluso como turbantes. Si el fleco está muy deteriorado, se puede cortar completamente y dejar el borde limpio. En algunos casos, eso incluso hace que se vea más moderno y menos recargado.

Aplicaciones en decoración

Los mantones con tara también tienen mucho potencial como elementos decorativos, al poder ser usados como tapices colgados en la pared, como cubrecamas en habitaciones con aire bohemio, o sobre sofás en salones que necesitan un poco de color. Incluso recortando solo una parte bien conservada del bordado se puede enmarcar como cuadro textil. Hay piezas que, bien montadas, parecen obras de arte.

También es posible transformar un mantón en fundas de cojín, manteles individuales o caminos de mesa. Si se tiene una mesa de madera antigua, poner un trozo de mantón bordado encima le da un toque único. Eso sí, conviene coserle un forro para protegerlo y alargar su vida. Hay quien los usan incluso para hacer pantallas de lámpara, forrando la estructura con partes del mantón, debido a que el efecto de la luz a través del bordado crea una atmósfera cálida y distinta.

¿Dónde encontrar mantones con tara?

Aunque no lo parezca, los mantones con tara no son tan difíciles de encontrar, existiendo múltiples formas de hacerlo. En mercadillos de antigüedades, tiendas de segunda mano o mediante herencias familiares aparecen de vez en cuando. También hay vendedores especializados que los ofrecen a menor precio, precisamente por esas imperfecciones.

Eso sí, conviene mirar bien antes de comprar. Hay muchos mantones falsos o modernos que imitan el estilo Manila pero no tienen nada que ver con los originales. Los auténticos están bordados a mano, poseen un peso considerable y los flecos están anudados de forma artesanal. Si se tiene dudas, mejor consultar a alguien que entienda del tema antes de comprar. También se pueden encontrar mantones de Manila antiguos en subastas online, aunque ahí hay que estar atento a las fotos y descripciones. Si indican claramente que tiene una tara, muchas veces esa pequeña imperfección no afecta al uso que se quiera dar.

Más allá del uso tradicional

La idea de que los mantones de Manila solo sirven para trajes de flamenca o para lucir en celebraciones está más que pasada. Estos tejidos son historia, son arte, y ofrecen posibilidades infinitas. Asimismo, los mantones con tara, lejos de ser descartes, son muchas veces la puerta de entrada a ese mundo sin dejarse el bolsillo por el camino.

Quien se atreve a experimentar con ellos descubre un campo creativo enorme. Se puede reinterpretar la tradición con estilo propio, se puede decorar la casa con algo que no se ve en IKEA, y, por encima de todo, se puede llevar un trozo de historia en la espalda o en el cuello.