Los sesgos cognitivos, esas inclinaciones sutiles y a menudo inconscientes que distorsionan nuestra percepción, juicio y toma de decisiones, son elementos fundamentales de la psicología humana. Aunque a menudo pasan desapercibidos, estos sesgos influyen en cómo interpretamos la información, cómo interactuamos con los demás y cómo formamos nuestras creencias y opiniones. En este sentido, los sesgos cognitivos se originan en nuestro cerebro como una forma de procesar información de manera más rápida y eficiente. En un mundo lleno de datos e información, estos atajos mentales nos permiten tomar decisiones rápidas sin tener que analizar detalladamente cada pieza de información que encontramos. Sin embargo, esta eficiencia viene con un coste, ya que, a menudo lleva a errores de juicio y a percepciones erróneas de la realidad. Ya sea la tendencia a favorecer información que confirma nuestras creencias preexistentes (sesgo de confirmación) hasta la influencia excesiva de la información más reciente o destacada (sesgo de disponibilidad), los sesgos cognitivos pueden moldear nuestra visión del mundo de maneras que no siempre son evidentes para nosotros.

Estos sesgos no solo tienen implicaciones personales, sino que también afectan nuestras interacciones sociales, nuestras decisiones profesionales y nuestras posturas políticas. En el ámbito personal, pueden influir en cómo nos relacionamos con los demás, afectando nuestras amistades y relaciones. En el entorno laboral, pueden impactar en nuestras decisiones de contratación, en nuestra evaluación del rendimiento y en la gestión de proyectos. A nivel social, los sesgos cognitivos pueden contribuir a la polarización y al conflicto, al hacernos menos receptivos a puntos de vista diferentes del nuestro. Reconocer y comprender nuestros propios sesgos cognitivos es el primer paso hacia la toma de decisiones más informadas y equilibradas. Al ser conscientes de estas tendencias, podemos empezar a cuestionar nuestras suposiciones, buscar perspectivas alternativas y tomar decisiones basadas en una evaluación más objetiva de la información disponible.

A lo largo de este artículo, analizaremos los tipos más comunes de sesgos cognitivos, cómo se manifiestan en diferentes aspectos de nuestra vida y qué estrategias podemos emplear para mitigar su impacto. Al final, podremos obtener una comprensión más clara de cómo nuestra mente filtra y procesa la información del mundo que le rodea y cómo puedes tomar el control para tomar decisiones más conscientes y ponderadas. No obstante, en último término siempre es mejor contactar con profesionales como Avannza Psicólogos, los cuáles podrán hacer una evaluación más detallada y precisa.

¿Cómo influyen en nuestras decisiones?

Los sesgos cognitivos influyen profundamente en nuestras decisiones, a menudo de maneras que no percibimos conscientemente. Estos patrones de pensamiento preconcebidos y automáticos pueden distorsionar nuestra interpretación de la información, nuestra interacción con los demás y, en última instancia, las elecciones que hacemos a diario. Estos sesgos cognitivos pueden llevarnos a interpretar la información de manera que refuerce nuestras creencias existentes, como el sesgo de confirmación, que significa que podríamos ignorar o desvalorizar datos importantes simplemente porque no se alinean con nuestra visión del mundo, llevando a decisiones mal informadas o unilateralmente fundamentadas.

Por otro lado, el sesgo de correspondencia, por ejemplo, nos hace asociar acciones determinadas a personas por su personalidad, justificando nuestras propias acciones por las circunstancias. El efecto Dunning-Kruger puede conducirnos a sobrevalorar nuestras propias capacidades en un área, llevando a decisiones demasiado confiadas sin el conocimiento adecuado y posiblemente arriesgadas. Del mismo modo, podemos subestimar las habilidades de otros, lo que afecta la forma en que delegamos tareas o colaboramos.

El efecto Halo puede influir en cómo interpretamos las acciones y motivaciones de los demás, lo que puede llevar a malentendidos y conflictos en las relaciones personales y profesionales. Además, en cuestiones financieras, el efecto anclaje puede hacer que nos centremos demasiado en un valor inicial, como un precio o salario, y ajustemos nuestras expectativas y decisiones en torno a él, lo que puede resultar en decisiones financieras ilógicas.

¿Cuáles son los sesgos más habituales?

Los sesgos cognitivos más habituales son atajos mentales que nuestro cerebro utiliza para procesar información de manera rápida, pero que a menudo nos llevan a conclusiones erróneas o juicios inexactos. Algunos de los tipos más comunes de sesgos cognitivos:

  • Sesgo de confirmación: Este es quizás uno de los sesgos cognitivos más conocidos. Ocurre cuando damos preferencia a la información o interpretaciones que confirman nuestras creencias o hipótesis preexistentes, mientras ignoramos o minimizamos aquella que las contradice. Por ejemplo, al leer noticias, podríamos prestar atención solo a aquellas que refuerzan nuestras opiniones políticas actuales.
  • Efecto anclaje: Este sesgo se refiere a la tendencia a depender demasiado de la primera pieza de información ofrecida, el llamado ancla, al tomar decisiones. Por ejemplo, si el primer precio que vemos por un producto es alto, es probable que cualquier precio más bajo que veamos después nos parezca razonable, incluso si todavía es más alto de lo normal.
  • Sesgo de correspondencia: Este sesgo ocurre cuando se juzga a las personas por su personalidad, pero, no somos capaces de juzgarnos a nosotros mismos por lo mismo, y, nos juzgamos por la situación. Un claro ejemplo es pensar que una persona debe reaccionar de una determinada forma ante una circunstancia concreta.
  • Efecto Dunning-Kruger: Este sesgo describe la tendencia de las personas con poco conocimiento o habilidad en un área específica a sobreestimar su propia competencia en esa área. Es decir, las personas menos calificadas en algo pueden creer que son expertas, mientras que las más calificadas pueden subestimar su competencia.
  • Sesgo Retrospectivo: Este sesgo se refiere a la tendencia a creer que eventos pasados eran predecibles, obviamente una vez que ya han ocurrido. Esto puede llevarnos a simplificar en exceso el análisis a posterior. Un ejemplo resulta de explicar un resultado de un examen, un evento deportivo o un evento social una vez ya ocurrido como si fuese imposible que otra cosa hubiera ocurrido.

Otros sesgos cognitivos habituales

Además de los sesgos antes mencionados, existen otros sesgos cognitivos diferentes muy habituales en la psicología. Algunos ejemplos interesantes de conocer son:

  • Efecto Halo: La tendencia a que una impresión general positiva de una persona influya en cómo la vemos en otros aspectos.
  • Sesgo de grupo: La preferencia por las decisiones o ideas del grupo al que pertenecemos.
  • Sesgo de coste hundido: Continuar una inversión porque ya se ha comenzado en ella, incluso cuando no parece rentable.
  • Sesgo de optimismo: La tendencia a pensar que somos menos susceptibles a riesgos negativos que otros.
  • Sesgo de pesimismo: La tendencia a esperar que ocurran resultados negativos.
  • Suerte moral: La atribución de una posición buena o mala moralmente hablando basándonos únicamente en el resultado de un evento.
  • Efecto Forer: La atribución de descripciones que consideramos específicas, cuando en realidad son demasiado generales y aplicables a multitud de personas.
  • Sesgo de reactancia: La tendencia a realizar actos contrarios a lo que nos dicen, relacionado con la psicología inversa, por el miedo a la vulneración de nuestras libertades individuales.
  • Sesgo de autoridad: La tendencia a estar influenciado por personas de autoridad, interpretando sus palabras como una verdad absoluta.
  • Efecto Zeigarnik: La predisposición a recordar más las tareas que no han sido completadas al 100%, con respecto a las terminadas completamente.